Pedro Alcántara

Pedro Alcántara - RETROSPECTIVA

El zurdo pincel de Pedro Alcántara Herrán

De acuerdo con el maestro Pedro Alcántara, el misterio de su pintura está en los pelos de sus pinceles, pero sin duda hay algo más. Él es un artista que se ha ocupado fundamentalmente del cuerpo humano como centro de su trabajo creativo; un cuerpo que mezcla de manera irreverente las más crudas alusiones a la violencia con escenas insinuantes y eróticas, susceptibles de despertar sentimientos de repugnancia, miedo, incomodidad o cuestionamiento. Tras sus piezas pictóricas a menudo se exponen profundas implicaciones sociales y políticas de la historia y el presente nacional y latinoamericano, que le han dado a su obra un sentido profundamente contestatario, acompañado de cierta dosis de dramatismo. Es de esta manera como el arte se ha constituido para el maestro Pedro Alcántara en una suerte de catarsis ante una intensa necesidad ideológica, la misma que lo condujo al Congreso de la República a mediados de los ochenta con un desenlace infausto, de manera que al final prefirió ejercer la política desde donde mejor ha sabido: desde los pelos de su pincel.

Descendiente directo de un prócer de la independencia nacional que luchó al lado de Simón Bolívar y del que heredó su nombre completo, Pedro Alcántara Herrán Martínez nació en 1942 en Cali, en el seno de una familia burguesa y culta que lo vinculó desde muy niño con el mundo de las artes y la cultura. En reportaje para el periódico El Espectador hace algunos años, Pedro recordaba que con sólo 8 años de edad, su madre le envió un cuadro suyo a participar en el Primer Salón Nacional de Pintura en 1950. Sin que supieran de quién se trataba realmente, su pieza sería aceptada como una especie de obra primitivista de cualquier artista experimentado. Esta es la historia de cómo Pedro Alcántara expuso su primera obra pictórica al lado de grandes artistas colombianos como Botero, Negret y los siempre por él admirados, Grau y Obregón. Esta anécdota sin duda terminó siendo premonitoria para un artista como él que se ha constituido en uno de los pintores colombianos que más se ha paseado por el mundo exponiendo su obra.

Por aquella misma época y por iniciativa de su madre, Pedro comenzó a recibir clases de pintura por parte del maestro Hernando Tejada, quien era amigo de la familia y que para aquella época tenía tan sólo 12 años más que Pedro. Posteriormente, realizó algunos cursos en el Conservatorio de Cali; no obstante, contrario a lo que podría pensarse, su inclinación por el arte no fue tan definitiva desde tan temprano. Atraído por la milicia y con muchas ganas de hacer carrera en ella, ingresó a una escuela militar en Cali para posteriormente radicarse en los Estados Unidos, país en el que terminaría sus estudios secundarios en una institución preparatoria del ejército norteamericano. Sin embargo, llegó un momento de indecisión en el que Pedro consideró que esta carrera no era exactamente lo que deseaba, y fue entonces cuando comenzó a interesarse más de lleno por la política, razón por la cual viajó a Roma, Italia, en 1959 para matricularse en la Universidad Católica de esta ciudad, con el propósito de estudiar Ciencias Políticas. Esta iniciativa, sin embargo, tampoco perduraría por mucho. Atado a su devoción por la pintura, de cuya práctica no se había alejado y abrumado por la gran galería artística que constituía Roma, Pedro se reconoció y se decidió definitivamente por su pasión primigenia: el arte. Allí se quedó, en Roma, estudiando en la Escuela de Artes Plásticas. Sería precisamente en aquella institución en donde presentaría sus primeras exposiciones y ganaría sus primeros galardones.

Para principios de los años sesenta, durante su estancia en Europa, Pedro Alcántara se contagió junto con los demás latinoamericanos desarraigados, por los ecos de la Revolución cubana que retumbaba en la intelectualidad del viejo continente. Un hecho histórico que para entonces atrajo consecuencias políticas relevantes que estremecieron la opinión política mundial y auguraron el advenimiento de un nuevo rumbo para América. Se trata de una generación de jóvenes rebeldes y románticos en los cuales se despierta un interés por el marxismo y las ideas políticas comunistas italianas en cuyas corrientes Pedro terminó involucrado. Es de esta manera como comienza a hacerse más claro para este pintor una relación entre las manifestaciones artísticas y las formas de acción política. Una política de la cual sería posteriormente participe de forma más directa.

A fines de 1963, luego de graduarse de la Escuela de de Artes Plásticas cuando contaba con 21 años, Pedro Alcántara decide regresar a su tierra, a Colombia, a Cali. Allí, en su ciudad natal, presentó oficialmente su primera exposición, en el Museo La Tertulia, con toda la influencia de la vanguardia europea, que, según el mismo Pedro Alcántara, fue recibida con mucho de incomprensión. Se trataba de una propuesta innovadora que se venía constituyendo en toda una corriente que invadió a Latinoamérica a través de los que se erigieron posteriormente en grandes figuras del arte de la región y que no demoraría en obtener todo el reconocimiento que se merecía.

Pedro Alcántara es, de acuerdo con el crítico Álvaro Medina, uno de los cuatro o cinco artistas colombianos que en su trayectoria ha logrado una obra con un desenvolvimiento lógico y coherente; un dibujante que nunca ha dado saltos drásticos. Esta interpretación de la obra de Pedro Alcántara es explicada por Medina analizando su obra desde dos perspectivas: la concerniente a la técnica, por un lado, y las temáticas, por el otro.

En lo que respecta a la técnica, la cual gira alrededor de la apariencia plástica, se refleja por un lado, en su habilidad de dibujante virtuoso con la tinta, elemento con el que se ha especializado desde su regreso al país en 1963; y en segunda instancia luego de 1972, su destreza con el lápiz realizando serigrafías, que dibujaba directamente sobre el tamiz y luego sobre papel. A través de esta técnica, Alcántara transita de lo que Medina denomina la figuración del revestimiento visceral hasta el revestimiento orgánico, por medio de la obra que realiza entre 1967 y 1973, la cual se reflejó inicialmente en estructuras volumétricas a través de series como “Tus sueños no tendrán fronteras” y “Retrato de guerrero”. Posteriormente, pasará a mostrar un hermoso laberinto de reminiscencias precolombinas a través de trabajos como la “Son sombra de guerreros No.2”, las cuales se muestran como un tatuaje mítico plasmado en los cuerpos. El tránsito de la tinta al lápiz en el arte de Pedro Alcántara, es para Medina un síntoma que da cuenta de un camino que ha emprendido su obra hacia un lenguaje que paulatinamente se ha ido acercando hacia el realismo.

Por otro lado, en lo que tiene que ver con los temas, en la obra de Pedro Alcántara sobresale uno sobre el cual este artista ha dedicado especial interés: la violencia. Se trata de la violencia relacionada con las implicaciones ideológicas y políticas que ha atravesado la historia de nuestro país reinventándose en cada época. Y concluye Álvaro Medina “Su obra se ha movido del genocida que conocimos en la violencia de hace 20 años al gran guerrero atrincherado en las montañas, de la víctima anónima e inocente de ese entonces al mártir revolucionario que nos ilumina hoy”.

El interés por la violencia como tópico inspirador es masivo entre intelectuales, escritores y artistas de los años setenta. Pedro Alcántara fue uno de ellos. Sus cuadros terminan siendo piezas de un arte revolucionario desde un punto de vista tanto político como artístico. Pedro Alcántara está involucrado con una corriente que nació en Colombia a mediados de los años setenta denominado Expresionismo Colombiano, el cual provenía de México impulsado por artistas como José Luis Cuevas y el postmuralismo mexicano, y en la que es posible encontrar con un tono muy latinoamericano, una tendencia libre y contestataria, que se rebeló en contra de la academia proponiendo un arte que si bien era concebido como una herramienta que debía retratar la sociedad, no debía terminar poseyendo el espíritu panfletario propio del esquema artístico del realismo de izquierda.

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