Rosa Angélica “Mocha” Graña Garland fue la sexta de siete hermanos. Su padre, Francisco Graña Reyes, fue un reconocido médico y activo promotor del arte y la cultura. Su madre, Enriqueta Garland Roel, se dedicó a su familia y al servicio social voluntario.
De joven, Mocha fue testigo de la filmación de La Perricholi (1928), largometraje dirigido por Enzo Longhi y producido por su padre, amigos y familiares suyos. Sus tías María y Corina “Coco” Garland participaron en el vestuario de la película de manera tangencial, y las locaciones incluían su propia casa (Carbone, 1991). En 1929, Mocha viajó a España acompañando a su padre, a la sazón Presidente de la Comisión Peruana de la Exposición Iberoamericana en Sevilla, donde fue testigo del estreno europeo de La Perricholi.
A su regreso, Mocha, Coco Garland y Elvira Miró Quesada se unieron a la Asociación de Artistas Aficionados (AAA), en cuyos montajes y espectáculos Mocha hacía de todo: actuar (cosa que no le gustaba mucho), barrer, colgar cortinas y planchar. Un día le dijeron “ocúpate del vestuario” y ella se ocupó, encontrando así la vocación de su vida.
Durante años Mocha fue la responsable del vestuario de todas las obras y espectáculos producidos por la Asociación. Cuando sus miembros decidieron aventurarse en su primera y única producción en largometraje, La Lunareja (1946), Mocha no dudó en aceptar la responsabilidad, diseñando todas las vestimentas de la película y convirtiéndose en la única mujer en una jefatura de área detrás de cámaras durante los primeros treinta años del cine sonoro en el Perú. La Lunareja fue el primer largometraje peruano estrenado en el Cine Metro, con el beneplácito de la prensa, logrando además recuperar su inversión (Carbone, 1991).