Se escuchan las noticias… la velocidad constante del día a día nos arrastra en su urgencia, hasta que en algún momento levantamos la mirada y caemos en cuenta que el calendario sigue en un  permanente domingo por la tarde y algo cae sobre el pecho, se abraza a la garganta y hasta mantener el ritmo de  la respiración parece un imposible…

Volver a la vida, al taller, a pesar del encierro de la incertidumbre… la muerte deja de ser esa imagen exquisita que habita en los cuadros… nada es real hasta que alguien a quien conocemos se va de la manera más simple, más austera y menos poética …

El Capitoné como el símbolo del confort y el mullido aislamiento  de la vida cotidiana… textura elegante, colchón y mortaja… la ficción del terciopelo plástico listo para ser desinfectado, los pequeños insectos brillantes como joyas ,el enemigo oculto en las cosas preciadas, el que nunca discrimina, que puede llegar a nosotros en un paquete de lujo como en el pan de cada día, con el beso de la madre o el abrazo del mejor amigo, sobre las certezas desconfianza…apatía, contra el miedo resignación, la casa como refugio y como cárcel… todo aséptico, controlado, un oasis en medio del mundo que pende del wifi, alcohol para la piel y para el alma, burbujas dentro de  nuestra gran burbuja.