Crecí en Lima en los años ochenta. Mi vida familiar no era fácil y la situación que atravesaba el país tampoco, así que mi refugio era la ficción. Leía y veía todas las películas que podía.
Mi papá era director -tenía una casa realizadora de comerciales- y su trabajo me encantaba. Cuando le dije que quería ser directora como él se alegró: estaba claro que yo iba a trabajar con él. Pero con el tiempo me di cuenta que la ficción me interesaba más que la publicidad. Entré a estudiar Ciencias de Comunicación en la Universidad de Lima en 1997. Al poco tiempo mi papá enfermó y tuvo que dejar de trabajar, perdió su empresa y la situación familiar se complicó. Decidí irme a Francia en el 2001, sin haber terminado la carrera de Comunicaciones.
En Francia encontré un país con una industria audiovisual pujante, donde yo podía cumplir mi sueño de ser directora. Mi papá falleció en el 2005, y eso modificó mis planes. Había estudiado y trabajado allá, pero empecé a considerar la idea de volver al Perú. En el 2007, vine unos meses a Lima para escribir, producir y dirigir mi primer cortometraje, El Vestido. Posteriormente me mudé a Lima en el 2010 para empezar a producir y dirigir mi primer largometraje, una adaptación de la novela de Alonso Cueto, La Hora Azul (2014).
Durante el desarrollo de ese proyecto, me concentré en la historia del hijo que va en busca de las huellas del padre muerto, para reconciliarse con él y con ese otro mundo que es parte de su vida. Esa ficción era un reflejo perfecto de lo que estaba ocurriendo en mi vida personal: había regresado a Lima después de vivir diez años en Francia. En el momento en que entendí eso, conseguí el financiamiento para producir la película.
Con mi segunda película, El Sueño de Ariana, sucedió algo similar. Quería hacer una comedia de zombis, algo muy distinto a mi primera película. Al poco tiempo de empezar el guión, una lesión en la espalda me bloqueó durante meses. Cuando me sentí bien y retomé el proyecto, busqué la manera de integrar lo que había vivido en la historia que estaba escribiendo. Así, la película se convirtió en una historia de sanación y empoderamiento, los zombis se quedaron y la comedia se volvió drama.
Además de las experiencias adquiridas a través de la docencia, que ha resultado ser muy enriquecedora, he estudiado un Máster de Escritura de Guiones Audiovisuales, para mejorar como guionista.
En la actualidad estoy escribiendo un largometraje que explora el tema de la migración. Venir de una familia de migrantes me marcó. Esta película volverá a ser una historia muy personal, que haga eco de mi proceso interior. Quiero buscar coproducirla con Europa para tratar de reconectar con esa parte del mundo.