Desde que tuve uso de razón, el cine fue mi cómplice y amigo incondicional. Siempre estuvo y está esperándome para nuestros encuentros. Recuerdo que esperaba con ansias los domingos para ir presurosa a su sala y en cuanto se apagaban las luces mi corazón se exaltaba, porque empezaba la MAGIA, empezaba la película.
Debo confesar que más que la misma historia me interesaba saber cómo se hacían esas imágenes que nos producían tantas y diversas emociones.