“Ataraxia” es vocablo de origen griego que significa “imperturbabilidad”
Concepto fundamental para epicúreos, estoicos y escépticos, que ha sido el elegido por dos artistas que buscan, cada uno por caminos personales y diferenciados, expresar su condición hoy, como resultado de la dolorosa, inevitable y avasalladora experiencia de una pandemia que demanda una nueva mirada reflexiva sobre la condición humana, los planteos de enfrentamiento ante la propia fragilidad, el encuentro con un silencio abrumador y sonoro.
Y es bajo esta premisa que para quienes solo somos los destinatarios de esta desnudez generosa, se presenta la realidad de una extraña paradoja.
Si bien la “ataraxia” nos indica la calma, la tranquilidad mediante la ausencia de deseo innecesario y triunfo sobre el miedo, nos entregan con sus obras, una materialización de la acción decidida. No hay en estos conjuntos, tan distintos y a la vez tan estrechamente complementados en su ruta y propósito, ningún atisbo de imperturbabilidad, indiferencia o insensibilidad. Contrario a este plan sugerido han emprendido una intención de alerta y una expresión dolorosamente abierta.
Ana Osorio encuentra en una abstracción informalista, apoyada en las posibilidades técnicas (el uso de cemento, cola, elementos pictóricos y elección cada vez más amplia hacia el gran formato) el instrumento válido para crear estos palimpsestos de las heridas, las caídas y recomposiciones que han llevado al aislamiento (todos son aparentes muros) a una soledad impuesta como realidad, una ausencia física del otro aunque reconociendo su existencia hermana. Estos muros que por estilo nos remiten al informalismo auroral de Jean Faultrier (*) han resistido, resisten, a pesar de las grietas centrales, profundas y protagónicas que los hieren e interrumpen. De ellas surge algo inesperado: el color. Un estallido vital o un gesto desafiante. Un escape o una orgullosa y terca presencia.