Las inequidades del modelo afectaron a las mujeres de las clases medias de manera particular. Las responsabilidades de crianza y las labores domésticas continuaron recayendo sobre ellas en gran medida, obligándolas a trabajar por partida doble, a depender de ayuda externa (por lo general femenina) o a dejar de trabajar (Cieza Guevara, 2019). El nivel de profesionalización creció, pero también la genderización del trabajo, con especialidades claramente masculinizadas (administración, ingenierías, medicina), que siguieron siendo las mejor pagadas y las que gozaban de mayor prestigio. Para el 2017, las mujeres ocupaban más del 60% de la PEA, pero ganaban un tercio menos que sus pares varones (Cosamalón & Durand, 2022; INEI, 2017).